lunes, 24 de enero de 2011

Video: Modernismo

Video con fotos, fragmentos de poemas y pensamientos de José Martí


José Martí, por Ricardo Nassif

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El texto que sigue se publicó originalmente en Perspectivas: revista trimestral de educación
comparada (París, UNESCO: Oficina Internacional de Educación), vol. XXIII, n
págs. 808-821.
os 3-4, 1993.
©
Este documento puede ser reproducido sin cargo alguno siempre que se haga referencia a la fuente.
UNESCO: Oficina Internacional de Educación, 1999

JOSÉ MARTÍ
(1853-1895)
Ricardo Nassif



 
La vida, la obra y el pensamiento de José Martí pueden ser vistos desde muy diversos ángulos, en la
medida en que abarcan una inagotable variedad de aspectos. Nuestro propósito es presenar su perfil
como educador y resumir sus principales ideas pedagógicas. Tarea para la cual no tenemos las
ventajas de aquellos que investigan o analizan a Martí desde el ángulo privilegiado del excepcional
escritor que fue. La grandeza de su estilo está en todo lo que produjo, desde los Versos sencillos
hasta el más entusiasta de sus discursos revolucionarios. Lo pedagógico, en cambio, se dispersa
aquí y allá, para surgir en el lugar más inesperado. Pero su importancia es tal que su examen se
justifica, no obstante ocultarse la mayoría de las veces, detrás de su labor literaria y de su ideario
político.
El maestro
Martí fue maestro y profesor, en el sentido “escolar” de los términos, sólo por accidente, aunque
sea preciso aclarar que la estructura misma de su personalidad hacía que, en él, lo contingente
expresara lo permanente.
Tuvo grandes mentores, como José de la Luz y Caballero, al que no conoció, y Rafael
María Mendive, que sembró en él las semillas de una vocación que nunca cesaría de crecer. José de
la Luz había sido el maestro de la generación anterior a la de Martí, y según su propia confesión
aquél le legó una lección fundamental: “Sentarse a hacer libros, que son cosa fácil, es imposible
porque la inquietud intranquiliza y devora, y falta el tiempo para lo más difícil, que es hacer
hombres” (I, 854)
de un poeta y un maestro.
Martí llegó a las primeras letras en una pequeña escuela de barrio de La Habana. Pero tales
fueron sus progresos que, cuando cumplía los diez años, sus padres decidieron enviarlo a otra más
importante para que estudiara inglés y contabilidad. La pobreza familiar hizo que, muy pronto, su
padre decidiera que “ya sabía bastante” y lo llevó consigo a trabajar en el campo. Un padrino
protector insiste en presentarlo a Mendive que, en ese año de 1865 comenzaba a dirigir la Escuela
Superior Municipal de Varones. En esta escuela, Mendive había creado una tal atmósfera de poesía
y de sabiduría que Martí sintió satisfechas todas las urgencias que tenía en ese sentido,
revelándosele allí “su misma actividad creadora, que va tomando conciencia de sí gracias a tan
fecundísimo contacto”
inteligencia, sino que también fue un poco maestro, ocupándose de la escuela durante las ausencias
del director.
Gracias al apoyo de Mendive, pudo hacer los dos primeros años del bachillerato, que
completaría más tarde en España, como asimismo sus estudios universitarios. Así, en Madrid,
2. Pero si José de la Luz fue la leyenda, Mendive constituyó el ejemplo cotidiano3. En ese clima no sólo despertó con brío a la vida del sentimiento y de la
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comenzó sus estudios de derecho, filosofía y letras y, como andaba escaso de recursos, hizo sus
primeras armas como maestro particular de dos niños, cuando apenas tenía dieciocho años.
De Madrid pasó a Zaragoza, donde obtuvo las licenciaturas de derecho civil y canónico y
de filosofía yletras. De Zaragoza fue a París y después a Inglaterra, desde donde partió para
México. Conoció así el enfrentamiento entre el romanticismo y el positivismo, asistiendo a los
debates que en 1875 se realizaron en el Liceo Hidalgo, caja de resonancia intelectual de las
reformas de Benito Juárez y de Lerdo. Martí intervino en esos debates perfilando algunas ideas que
profundizaría más tarde.
Martí estuvo en México hasta fines de 1876, para trasladarse a Guatemala donde fue
profesor de literatura y composición en la Escuela Normal Central que dirigía su compatriota
Izaguirre, y de literatura alemana, francesa, inglesa e italiana en la universidad. No obstante su éxito
en esta experiencia docente, la más sistemática que pudo cumplir, en septiembre de 1878 regresó a
La Habana, donde obtuvo una autorización provisional para ejercer el profesorado en el colegio de
primera y segunda enseñanza de Hernández y Plasencia, tarea que cumplió simultáneamente con un
puesto en un bufete jurídico. Un año después le es anulado el permiso docente, obligándolo a
volver a un lugar secundario en la actividad jurídica. Pero, conspirador incurable en favor de la
Independencia de Cuba, fue encarcelado por segunda vez (la primera apenas tenía dieciséis años).
Otra vez España; luego París y, en 1881, Nueva York.
Venezuela lo recibe en 1881 y allí, a poco de llegar, el Colegio de Santa María le encarga
las clases de lengua y literatura francesa, mientras Guillermo Tell Villegas le cede aulas para que lo
rodeasen los discípulos, que —según el decir de Lisazo
de magia. Mas también esto habría de concluir pronto, ya que al presidente Guzmán Blanco le
desagradaba este cubano apasionado que predicaba con tanta fuerza la libertad.
Nuevamente regresó a Nueva York, donde comenzó a trabajar por la Independencia de su
patria con una increíble potencia combativa, que corría pareja con una infinita ternura, que dio su
fruto con
América, según se lee en la portada del primer número aparecido en julio de 1889. El lenguaje de
Martí no perdió belleza, ni mecesitó de la puerilidad o de la sensiblería para dirigirse a los niños. Lo
demuestran cautivantes semblanzas como
poéticas como
cuentos como
¿Qué se proponía Martí con
destinatarios de la publicación, escrita “para que los niños americanos sepan cómo se vivía y cómo
se vive hoy en América y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y
las máquinas de vapor y los puentes colgantes y la luz eléctrica; para que cuando un niño vea una
piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra. Les hablaremos de todo lo que se hace en los
talleres donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia y son magia de
verdad, más linda que la otra [...] Para los niños trabajamos porque son los que saben querer,
porque los niños son la esperanza del mundo. (II, 1207-1208.)
4—, se sienten atrapados por una especieLa edad del oro, publicación mensual de recreo e instrucción dedicada a los niños deTres héroes (San Martín, Bolívar e Hidalgo); perlasDos milagros; historias como la del hombre contada por sus casas; traducciones deMeñique o El camarón encantado; las adaptaciones de La Iliada, y muchas más.La edad de oro” Según él mismo lo dijo, al dirigirse a los
La edad de oro
Martí no se detuvo, y si los niños habían sido su objeto, ahora lo son los humildes. Se convirtió en
el motor de “La liga de la instrucción”, de Nueva York, para los obreros de color, y pudo retornar
a la docencia como profesor de español en la Central High School.
De esta manera, y sin renunciar a su combate por la libertad de Cuba, se deslizó su vida
entre los años agitados de 1890 a 1895. Por fin, el 31 de enero de 1895, emprendió desde Nueva
York el viaje sin regreso. Luchando por su patria, en la batalla de la Boca de Dos Ríos, murió el 19
de mayo de 1895. Una muerte casi voluntaria y creadora, tal cual siempre lo había deseado: “como
un bueno; de cara al sol”.
No hemos pretendido hacer la biografía del “apóstol cubano”, sino apenas destacar los
momentos de su vida en los que fue, o pudo ser, un maestro y un profesor sistemático, “escolar”.
dejó de publicarse en octubre de 1889. No obstante, la ternura militante de
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Hecho el balance, se comprende que no tuvo tiempo para el magisterio encerrado en las cuatro
paredes de un aula. América fue la verdadera aula en la cual ejerció el supremo magisterio de los
libertadores de pueblos, aunque siempre estuvo en él, agazapado, el otro maestro que sólo afloró
intermitentemente.
Las ideas pedagógicas
Dos factores han incidido en el parco tratamiento del ideario pedagógico de Martí. En primer lugar
“y en esto se identifica con casi todos los constructores de América” el hombre de acción ocultó al
hombre de pensamiento, y cuesta no dejarse llevar por el encanto de su perfil humano y poético
para penetrar en los vericuetos de lo meramente intelectual. La segunda razón, se relaciona con un
determinado modo de comprender “lo pedagógico” a partir de la relación que hoy se establece
entre la educación y la vida. Con este enfoque, que era ajeno a la pedagogía de antaño, sin romper
la unidad humana que fue Martí, todo lo que hay en él de expresión literaria o de preocupación
política puede ayudar a comprenderlo como educador y como pensador de la educación.
Poco escribió sobre pedagogía, pero lo bastante como para que resulte imposible hacer su
análisis exhaustivo en un perfil como este.
La idea de la educación
De entre las múltiples definiciones que dio de la educación, elegimos ésta: La educación [...]
habilitación de los hombres para obtener con desahogo y honradez los medios indispensables de
vida en el tiempo en que existen, sin trabajar, por eso, las aspiraciones delicadas, superiores y
espirituales de la mejor parte del ser humano” (II, 495). “La educación tiene un deber ineludible
para con el hombre [...]: conformarle a su tiempo sin desviarle de la grande y final tendencia
humana” (II, 497). “Educar es depositar en el hombre toda la obra humana que le ha antecedido;
es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, [...] ponerlo al nivel de su tiempo [...]
prepararlo para la vida” (II, 507). “Educar es dar al hombre las llaves del mundo, que son la
Independencia y el amor, y prepararle las fuerzas para que lo recorra por sí, con el paso alegre de
los hombres naturales y libres” (I, 1965).
En estas definiciones se encuentran dos ideas centrales de la concepción pedagógica de
Martí: la educación es “preparación del hombre para la vida”, sin descuidar su espiritualidad y es la
“conformación del hombre a su tiempo”, pudiendo imterpretarse que la educación representa para
el individuo la conquista de su autonomía, su naturalidad y su espiritualidad.
Es claro que Martí distingue entre educación e instrucción. La primera se refiere al
sentimiento, mientras que la segunda es relativa al pensamiento. Pero, a la vez, reconoce que no
hay buena educación sin instrucción, ya que “las cualidades morales suben de precio cuando están
realizadas por cualidades inteligentes” (I, 853). Diferncia ésta que viene en nuestro auxilio, para
captar el significado de la educación como el intento de “depositar en el hombre toda la obra
humana”, de “hacer de cada hombre un resumen del mundo viviente hasta el día en que vive”. La
educación como recapitulación no es posible sino por la instrucción. Pero, en tanto que
conformación a una época y capacidad para la libertad y la espiritualidad, la educación no se logra
más que por lo que ella es esencialmente: un cultivo integral de las facultades humanas.
Ninguna de las ideas arriba sintetizadas tiene, en el pensamiento pedagógico de Martí, tanta
fuerza, como la de la educación conformadora del hombre a su tiempo. Al expresarla diciendo que
“es criminal el divorcio entre la educación que se recibe en una época y la época misma” (II, 507),
la carga, en verdad, de dos sentidos. Uno directo, literal, en el cual la época es vista como el tiempo
que nos toca vivir, común a todos los hombres que en ese tiempo despliegan su existencia, con lo
cual el cubano muestra una aguda conciencia hitórica que se proyecta sobre toda su concepción
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pedagógica. Cada tiempo exige instituciones y formas educativas que le sean adecuadas, y esto ha
de escribirlo claro con respecto a la educación superior: “Al mundo nuevo, corresponde la
universidad nueva” (II, 507). El otro sentido que atribuye a la idea es más figurado e indirecto pero
tan real como el literal, para proyectar la categoría de tiempo a la de espacio histórico de manera
que ambas categorías se fusionan. La época, además de un tiempo es un ámbito.
En un artículo, publicado en
a los niños fuera de su patria es casi tan grande como la necesidad en los pueblos incompletos e
infelices de educarlos donde adquieran los conocimientos necesarios para ensanchar su país
naciente [...] Es grande el peligro porque no se ha de criar naranjos para plantarlos en Noruega, ni
manzanos para que den frutos en el Ecuador, sino que al árbol deportado se le ha de conservar el
jugo nativo para que a la vuelta a su rincón pueda echar raíces” (I, 863).
Refiriéndose a los motivos para publicar
Mercado: “El periódico lleva pensamiento hondo y ya que me lo echo a cuestas [...] ha de ser para
que ayude a lo que quisiera yo ayudar, que es a llenar nuestras tierras de hombres originales,
criados para ser felices en la tierra en que viven y vivir conforme a ella, sin divorciarse de ella, como
ciudadanos retóricos o extranjeros desdeñosos, nacidos por castigo en esta otra parte del mundo”
(II, 1201).
No es la suya una concepción xenófoba, ya que pocos como él creían en la solidaridad
entre los pueblos. Tampoco arbitraria, porque el mismo desarrollo natural del hombre está
condicionado por la atmósfera de una sociedad concreta, ya que “el fin de la educación no es hacer
al hombre nulo, por el desdén o el acomodo imposible al país en que ha de vivir, sino prepararlo
para vivir bueno y útil en él” (I, 864). Es decir, formarles de acuerdo al ideal que Martí reclama
para América: “hombres buenos, útiles y libres” (I, 866).
Pero, ¿cómo formar hombres buenos si no es por el amor? “Cómo hacerlos libres si no es
permitiendo que vivan en libertad? ¿Cómo concebirlos útiles sin el conocimiento científico de la
naturaleza?
Patria (2 de julio de 1883), Martí dice: “El peligro de educarLa edad de oro, le escribe al mexicano Manuel
La educación como acto de creación
Martí concebía la educación como un acto de amor, según puede comprobarse en su propia vida y
en las ideas que manifestó sobre el tema. Para él, el acto pedagógico es una relación concreta de
seres humanos alimentada por el amor, creencia que justifica que abogara por el establecimiento de
un cuerpo de maestros “misioneros” capaces de “abrir una campaña de ternura y de ciencia” (II,
515), de maestros ambulantes “dialogantes”, y no “dómines”.
Más concretamente todavía, la educación es una constante creación y el agente principal de
esa creación es, para Martí, el maestro. Lo dijo poéticamente recordando su estadía en Guatemala:
“Yo llegué meses hace a un pueblo hermoso: llegué pobre, desconocido y triste. Sin perturbar mi
decoro, sin doblegar mi fiereza, el pueblo aquel, sincero, generoso, ha dado abrigo al peregrino
humilde: lo hizo maestro, que es hacerlo creador” (II, 205).
Educación y desarrollo infantil
Así veía el acto pedagógico desde la perspectiva del educador, porque también “en tanto que
relación” lo vio desde la del alumno que es el otro término de la relación. Habrían bastado los
cuatro números que aparecieron de
alma infantil. Pero más allá de esto, ofrece en sus escritos una serie de ideas sobre el desarrollo del
niño y la educación. Para Martí, la educación no debe perturbar ese desarrollo, y las escuelas
debieran ser “casas de razón” donde, con guía juiciosa, se habitúe al niño a desplegar su propio
pensamiento.
La edad de oro para comprobar su profundo conocimiento del
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El principio de la individualidad como factor esencial de la educación, se presenta,
precisamente, como una de las ideas-eje de su pensamiento pedagógico. Verdaderamente, esa
individualidad está presentada como lo que los pedagogos europeos de comienzos del siglo XX
llamarían el “elemento regulativo” de la educación. “El estudio —afirma Martí— es el carril,
pero el carácter, la individualidad del niño, esa es la máquina” (I, 1961). Por esta vía llega incluso a
formular todo un concepto de autoeducación: “La educación es el estudio que el hombre pone en
guiar sus propias fuerzas” (II, 737) y, con evidente reminiscencia rousseauniana, llega a
comprender la educación, en general, como un “crecimiento” desde dentro, que “empieza con la
vida y no acaba sino con la muerte” (II, 1261).
La dimensión social y política de la educación
José Martí tuvo también clara la dimensión social del fenómeno y del proceso educativos,
expresada en algunas ideas sobre sociología de la educación constitutiva de verdaderos principios
para una política educativa. “De todos los problemas que pasan hoy por capitales, manifiestamente
sólo lo es uno; y de tan tremendo modo que todo tiempo y celo fueran pocos para conjurarlo: la
ignorancia de las clases que tienen de su lado la justicia” (I, 737). Con estas palabras, nos está
proporcionando la clave de su pensamiento socio-político sobre la educación. Si pudo mostrárnosla
pensada en categorías de acción, de amor y de creación, ahora la descubrimos en términos más
directamente sociológicos, políticos y democráticos.
En esta línea, Martí detectó plenamente una de las ideas que caracterizó a la democracia
liberal de América Latina en la segunda mitad del siglo XX: la de “educación popular”. Casi todas
sus reflexiones socio-pedagógicas parten de ese tipo de educación como la base del progreso de los
pueblos, pero definida con una gran aumpitud: “Educación popular no quiere decir exclusivamente
educación de la clase pobre, sino que todas las clases de la Nación, que es lo mismo que el pueblo,
sean bien educadas” (I, 853). Esta educación es, por otra parte, el único medio para llegar a la
democracia, porque son sus palabras: “un hombre ignorante está en camino de ser bestia y un
hombre instruido en la ciencia y la conciencia está en camino de ser Dios, y no hay que dudar entre
un pueblo de dioses y un pueblo de bestias” (I, 854). La fe de Martí en la educación, como remedio
para los males sociales era ilimitada, pues estaba convencido “como hombre de su época” que sólo
en aquélla reside la fuerza, sobre todo si su objetivo es despertar en los hombres el sentido de la
solidaridad (cf. II, 510).
La política educativa, en Martí, no pasó de ser pensamiento o ideal soñado por un
permanente desterrado que no alcanzó a integrar, ni a pesar en el gobierno de su país.
En su concepción de la política educativa, dio preponderancia a los principios de
“educación nacional”, “libertad de enseñanza” y “enseñanza obligatoria”, proponiendo una
sugestiva inversión del orden de los dos últimos. Para él, sería prioridad la obligatoriedad por
encima de la libertad de enseñanza, en la medida en que consideraba que “aquella tiranía saludable
vale aún más que esa libertad”.
La educación científica
En una sociedad educada, que para Martí es lo mimo que decir ?un pueblo libre?, se forma para la
libertad, así como por el amor se forja el hombre bueno. Pero, como además de hombres buenos y
libres, él exigía hombres útiles, para formarlos encontró el camino de la ?educación científica?, vía
para el desarrollo de la inteligencia, instrumento de la autonomía individual y pilar del progreso de
los pueblos.
Martí insiste constantemente en la “educación científica”, oponiéndola, o distinguiéndola,
de la educación que llama “clásica”, “literaria”, “formal” u “ornamental”, tema en el cual no
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dejó de sufrir la influencia spenceriana, aunque en el cubano ampliada por un amor poético de la
naturaleza. El suyo fue un naturalismo espitirualizado y no biologista o materialista, más cercano a
Rousseau que a Spencer.
De cualquier modo, la educación no es la meramente formal o retórica, sino la que se apoya
en el estudio de la naturaleza. Ésta facilita el progreso social, porque “estudiar las fuerzas de la
naturaleza y aprender a manejarlas es la manera más derecha de resolver los problemas sociales” (I,
1076). La ciencia es el sendero obligado hacia la naturaleza y es imprescindible implantar la
educación científica “por donde ha de salir el hombre nuevo” (I, 1829).
Martí representa el “humanismo científico” contra el “humanismo clásico”, dado que la
educación basada en este último es inactual y sólo proporciona “ornamento y galanura” (II, 495-
96). Anota comentando la reunión de directores de los Colegios de Massachusetts, en 1883: “La
educación antigua, de poemas griegos y libros latinos, o la historia de Livio o de Suetonio, libra
ahora sus postreros combates contra la educación que asoma y se impone, como hija legítima de la
impaciencia de los hombres, libres ya para aprender y obrar, que necesitan saber cómo está hecha y
se mueve y se transforma la tierra que han de mejorar y de la que han de extraer, con sus propias
manos, los medios del bien universal y del mantenimiento propios” (II, 496).
Y para refutar el argumento que defiende el estudio de las lenguas muertas como ejercicio
mental, pregunta si “el orden admirable y nunca contradictorio de la naturaleza no será más
benéfico a la mente que el caprichoso del hipérbaton latino o el contraste de los varios dialectos
griegos” (II, 496).
Lo curioso es que Martí no consideraba inútil el estudio del griego o del latín, y a los que
afirmaban su total inutilidad les dice que “ni el griego ni el latín han saboreado; ni aquellos
capítulos de Homero que parecen primera selva de la tierra, de mostruosos troncos, ni las
perfumosas y discretas epístolas del amigo de Mecenas” (II, 496). No obstante, él tenía poderosas
razones para combatir la enseñanza clásica. La primera porque no quería para América “sólo”
retóricos y estetas, sino hombres capaces de sacarle a la tierra la felicidad de sus pueblos. La
segunda razón, de índole nítidamente política, porque entendía que las lenguas contribuirían a la
formación de castas, y que mantener su enseñanza exclusiva sería apoyar a quienes todavía
sustentan “la necesidad de levantar con una clase impenetrable y ultrailustrada, una valla a las
nuevas corrientes impetuosas de la humanidad que, por todas partes, acometen y triunfan” (II,
593).
La profunda confianza en la educación científica explica por qué Martí exige
constantemente una reforma radical de la educación de su tiempo, tanto como su entusiasmo
cuando visita una Escuela de Mecánica en San Luis, en los Estados Unidos, o cuando transcribe el
plan de estudios de las Escuelas de Electricidad; o cuando se informa que Nicaragua, por honrar un
aniversario abre una escuela de Artes y Oficios, que ya tienen Guatemala, Honduras y Uruguay, y
por abrirse están en Chile y en El Salvador (II, 507-510). Se comprende también su severidad de
reformador cuando se empecina en que se establezcan Escuelas de Agricultura (II, 501),
directamente en los campos; o cuando quiere que cada escuela tenga anexo un taller; o cuando
sostiene el valor educativo del trabajo manual (I, 1969 y II, 510); o cuando habla de la importancia
de la educación física (II, 537); o cuando aspira a elevar la mujer al rango de fuerza
espiritualizadora de la sociedad por medio de la educación (II, 500-501); o cuando se apasiona con
los métodos de una escuela mexicana para sordomudos (II, 814); o cuando enfrenta la vieja
educación con la que él sueña: “La escuela era de memoria y azotes; pero el ir a ella por la nieve
era la escuela mejor” (II, 97).
¿Fue verdaderamente la pedagogía de Martí una pedagogía estrictamente “cientificista”?
“De dónde procede su aparente “cientificismo”? Ya hemos dicho que toda la importancia que
atribuía a la educación científica nace de su afán por hacer americanos útiles e independientes. Pero
es innegable que Spencer tiene su parte, y que Martí conocía su obra, y hasta ha dejado un esquema
sobre su pensamiento (I, 952) y le ha atribuido un papel preponderante en la liberación intelectual
7
de América (II, 101). No obstante, no aceptó su sistema como un dogma, y negó el positivismo por
considerarlo “la negación inmoral de la existencia mejorable y permanente” (II, 1777). En todo
caso el suyo fue un positivismo tamizado a través de una personalidad creadora.
También se ha hablado del pragmatismo de Martí influenciado por John Dewey. Saúl
Flores,
que Martí abogara por la sustitución de las “escuelas abecedario” por las “escuelas de acto”. Sin
embargo no hay en la obra martiana mención alguna de Dewey ni de sus antecesores Peirce y
William James. Por otra parte, cuando el cubano estuvo en Nueva York (con interrupciones entre
1880 y 1895), si bien las ideas de Dewey habían comenzado a difundirse, sus primeros libros
importantes,
Más acertada es la opinión de Díaz Ortega
a Martí los fundamentos de una cultura educativa que le sirvió para criticar y comparar la política
educativa de Hispanoamérica. Pero fue ésta la que le proporcionó el escenario donde vio y vivió los
problemas educativos medulares que enfrentaban sus pueblos. Por otra parte, y aunque existan
puntos de coincidencia entre Martí y Dewey, no es arriesgado afirmar que las ideas pedagógicas de
aquél tienen un principio intrínseco de explicación que podrían encuadrarse en lo que podría
denominarse un activismo espirualista
hombre de las armonías” y que esta capacidad de armonización y de totalización también se percibe
en su concepción pedagógica, la cual describe un círculo que va de lo útil americano a lo humano
espiritual, pasando por la naturaleza y la libertad.
El pensamiento educativo martiano recogió las ideas avanzadas de su tiempo, pero puesto
en la perspectiva de la historia latinoamericana es un pensamiento precursor, en el que asoman los
principios tan actuales como el de la educación nacional como instrumento de la autonomía de los
pueblos; de la educación científica y crítica; de la relación de la educación con el trabajo; del
principio de la actividad del sujeto como fundamento del aprendizaje. Como los otros grandes
educadores latinoamericanos de la época, al igual que él grandes escritores y políticos, Martí abrió
un camino pedagógico del cual todavía queda un importante tramo por recorrer.
5 que es uno de los defensores de esa tesis, no encuentra otra forma de explicar el hecho deMi credo pedagógico y La escuela y la sociedad, no aparecieron hasta 1897 y 1900.6 para quien los Estados Unidos y Europa dieron7. Santovenia ha dicho que Martí es, por excelencia, “el
Notas
1. Ricardo Nassif (Argentina). Profesor en las universidades de Tucumán y La Plata, antes de ser miembro del
Secretariado de la UNESCO. Autor de numerosas obras entre las que cabe mencionar:
pensamiento pedagógico
hacia la teoría de la educación. Falleció en 1984.
2. Para no cargar demasiado las notas, al tratarse de citas textuales de Martí se indica entre paréntesis el
volumen y la página de sus
2 vols.
3. F. Lisazo,
4. Según Saúl Flores (“Martí educador”, en:
La Habana, vol. 6, n°1-4, enero-diciembre 1952), correspondería a Ernesto Morales, comentarista de
edad de oro
de la Vega (“Martí educador”, en:
opinión de Isidro Méndez, para quien las ideas martianas constituyen todo “un programa para educar a un
pueblo”. Sin embargo, la mayoría de los que han estudiado el tema coinciden en que sabemos poco de Martí
como pedagogo, fuera de algunos estudios como el de Díaz Ortega (“Los valores educacionales en José
Martí”, en:
por Cordero Amador (“José Martí, educador”, en:
encuentran referencias dispersas en las distintas biografías que sobre Martí se han escrito, aunque no se
descarta la posibilidad de estudios muy recientes que no hemos podido consultar. Entiéndase que hablamos
de Martí como “teórico” de la educación, y no del Martí “educador” más afortunado en el tratamiento,
quizás por su evidencia.
5. Flores,
Dewey: su(1968); y Teoría de la educación (1980). Su interés por la pedagogía se orientabaObras completas en la Edición del centenario, La Habana, Editorial Lex, 1953,Martí, el místico del deber, Buenos Aires, Losada, 1940.Archivo José Martí, F. Lisazo (comp.), Ministerio de Educación,La, haber revelado la presencia de un pensamiento pedagógico en Martí. Por su parte, FernándezArchivo José Martí, op. cit. vol. 4, n°1, enero-abril 1943) se adhiere a laArchivo José Martí, vol 5, n°1, enero-junio 1950) o de los esquemas trazados por Saúl Flores oArchivo José Martí, vol. 5, n°3, enero-junio 1951), sólo seop. cit.
6. “Humanismo y amor en José Martí”, en:
Archivos José Martí, op.cit., vol. 5, enero-junio 1951.
8
7. Debemos una interesante interpretación del espiritualismo de Martí a Adalberto Ronda Varona, en su
ensayo “La unidad de la teoría y la práctica: rasgos catasterísticos de la dialéctica en José Martí”, en:
Cubana de Ciencias Sociales
Universidad de La Habana, n°1, 1983, págs. 50-64.
Revista, Centro de Estudios Filosóficos de la Academia de Ciencias de Cuba,
Textos de Martí sobre educación
ANTOLOGÍAS
La cuestión agraría y la educación del campe
sino. La Habana, Editorial Lex, Biblioteca Popular Martiana, 1940.
Educación
. La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1961.
Escritos sobre educación
. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1976.
Ideario pedagógico
prólogo por Héctor Almendros.)
. La Habana, Centro de Estudios Martianos, Editorial Pueblo y Educación, 1990. (Selección y
José Martí: Precursor de la UNESCO
prólogo por Félix Lisazo.)
. La Habana, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 1953. (Edición y
On Education: Articles on educational theory and pedagogy and writings for children from the “Age of Gold”
[Sobre la educación: artículos sobre la teoría de la educación y de la pedagogía y escritos sobre los niños
sacados de “La edad de oro”], Nueva York, Monthly Review Press, 1979. (Editado por E. Randall;
introducción y notas por Ph. Foner.)
ARTÍCULOS DE REVISTAS
“Abono: La sangre es buen abono”.
Editorial Nacional de Cuba, 1963-65).
“Aprender en las haciendas”.
“Cartas de Martí”.
“Cartas de Martí. Nueva York en otoño”. 14 de noviembre de 1886 (En:
“Cartas de verano.
“El colegio de Tomás Estrada Palma en el Central Valley.
“Educación científica”.
“Escuela de Artes y Oficios”.
“Escuela de electricidad”.
“Escuela de mecánica”.
.La América (Nueva York), 1883. (En: Obras completas, vol. 8, La Habana,La América (Nueva York), 1883. (En: ibid., vol. 8).La Nación (Buenos Aires), 15 de agosto de 1883. (En: ibid. vol. 8).ibid., vol. 11.)La Nación (Buenos Aires), octubre de 1890. (En: ibid., vol. 1).Patria (Nueva York), 2 de julio de 1892 (En: Ibid., vol. 5).La América (Nueva York), septiembre 1883. (En: ibid., vol. 8.)La América (Nueva York), noviembre de 1883. (En: ibid., vol. 8).La América (Nueva York), noviembre de 1883. (En: ibid. vol. 8).La América (Nueva York), septiembre de 1883. (En: ibid. vol. 8).
Guatemala
“Peter Cooper”.
“El proyecto de instrucción pública”.
“Reforma esencial en el programa de universidades americanas. Estudio de las lenguas vivas. Gradual
desentendimiento del estudio de las lenguas muertas.
vol. 8).
“Revolución en la enseñanza”.
. México City, Edición El Siglo XIX, 1978. (En: ibid., vol. 7.)La Nación (Buenos Aires), 3 de junio de 1883. (En: ibid., vol. 13.)Revista Universal (México City), 6 de octubre de 1875. (En: ibid., vol. 6)La América (Nueva York), enero de 1884. (En: ibid.,Anuario del Centro de Estudios martianos (La Habana), n°8, 1985, págs. 14-19.
1

Algunos escritores modernistas.

  • Rubén Darío, poeta nicaragüense.Una de sus principales obras es "Azul"



  • Ramón del Valle Inclán, narrador y dramaturgo español. Una de sus obras es "Femenina"




  • Antonio Machado, poeta español. Una de sus obras es "Soledades"



  • Delmira Agustini, poetisa uruguaya. Una de sus obras es "El Libro Blanco"



  • Aurora Cáceres, escritora peruana. Una de sus obras es "La Ciudad del Sol"


Modernismo. Por Carlos Real de Azua

El siguiente enlace te lleverá al libro de Carlos Real de Azua, denominado El Modernismo Literario y Las Ideologías. Material de suma importancia para comprender el movimiento modernista:

Carlos Real. Modernismo Literario y Las Ideologías

sábado, 22 de enero de 2011

"Ismaelillo" de José Martí

JOSÉ MARTÍ
 ISMAELILLO

CONTENIDO:
Dedicatoria
Principe Enano
Sueño Despierto
Mi Caballero
Musa Traviesa
Hijo Del Alma
Tábanos Fieros
Rosilla Nueva


Hijo:
    Espantado de todo, me refugio en ti.
Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.
Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos tan pasado por mi corazón.
¡Lleguen al tuyo!



PRINCIPE ENANO

    Para un príncipe enano
Se hace esta fiesta.
Tiene guedejas rubias,
Blandas guedejas;
Por sobre el hombro blanco
Luengas le cuelgan.
Sus dos ojos parecen
Estrellas negras:
¡Vuelan, brillan, palpitan,
Relampaguean!
Él para mí es corona,
Almohada, espuela,
Mi mano, que así embrida
Potros y hienas,
Va, mansa y obediente,
Donde él la lleva.
Si el ceño frunce, temo;
Si se me queja,
Cual de mujer, mi rostro
Nieve se trueca;
Su sangre, pues, anima
Mis flacas venas:
¡Con su gozo mi sangre
Se hincha, o se seca!
Para un príncipe enano
Se hace esta fiesta.

¡Venga mi caballero
Por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
Por esta cueva!
Tal es, cuando a mis ojos
Su imagen llega,
Cual si en lóbrego antro
Pálida estrella,
Con fulgores de ópalo,
Todo vistiera.
A su paso la sombra
Matices muestra,
Como al sol que las hiere
Las nubes negras.
¡Heme ya, puesto en armas,
En la pelea!
Quiere el príncipe enano
Que a luchar vuelva:
¡Él para mí es corona,
Almohada, espuela!
Y como el sol, quebrando
Las, nubes negra,
En banda de colores
La sombra trueca,—
Él, al tocarla, borda
En la onda espesa,
Mi banda de batalla
Roja y violeta.
¿Conque mi dueño quiere
Que a vivir vuelva?
¡Venga mi caballero
Por esta senda!
¡Éntrese mi tirano
Por esta cueva!
¡Déjeme que la vida
A él, a él le ofrezca!
Para un príncipe enano
Se hace esta fiesta.


SUEÑO DESPIERTO

    Yo sueño con los ojos
Abiertos, y de día
Y noche siempre sueño.
Y sobre las espumas
Del ancho mar revuelto,
Y por entre las crespas
Arenas del desierto,
Y del león pujante,
Monarca de mi pecho,
Montado alegremente
Sobre el sumiso cuello,
Un niño que me llama
Flotando siempre veo.


MI CABALLERO

    Por los mañanas
Mi pequeñuelo
Me despertaba
Con un gran beso.
Puesto a horcajadas
Sobre mi pecho,
Bridas forjaba
Con mis cabellos.
Ebrio él de gozo,
De gozo yo ebrio,
Me espoleaba
Mi caballero:
¡Qué suave espuela
Sus dos pies frescos!;
¡Cómo reía
Mi jinetuelo!
Y yo besaba
Sus pies pequeños,
¡Dos pies que caben
En sólo un beso!


MUSA TRAVIESA

    ¿Mi musa? Es un diablillo
Con alas de ángel.
¡Ah, musilla traviesa,
Qué vuelo trae!

Yo suelo, caballero
En sueños graves,
Cabalgar horas luengas
Sobre los aires.
Me entro en nubes rosadas
Bajo a hondos mares,
Y en los senos eternos
Hago viajes.
Allí asisto a la inmensa
Boda inefable,
Y en los talleres huelgo
De la luz madre;
¡Y con ella es la oscura
Vida, radiante,
Y a mis ojos los antros
Son, nidos de ángeles!
Al viajero del cielo,
¿Qué el mundo frágil?;
Pues ¿no saben los hombres
Qué encargo traen?
¡Rasgarse el bravo pecho,
Vaciar su sangre,
Y andar, andar heridos,
Muy largo el valle,
Roto el cuerpo en harapos,
Los pies en carne,
Hasta dar sonriendo
—¡No en tierra!— exánimes!
Y entonces sus talleres
La luz les abre,
Y ven lo que yo veo:
¿Qué el mundo frágil?
Seres hay de montaña,
Seres de valle,
Y seres de pantanos
lodazales.

De mis sueños desciendo,
Volando vanse,
Y en papel amarillo
Cuento el viaje.
Contándolo me inunda
Un gozo grave;
Y cual si el monte alegre,
Queriendo holgarse,
Al alba enamorando
Con voces ágiles,
Sus hilillos sonoros
Desanudarse,
Y salpicando riscos,
Labrando esmaltes,
Refrescando sedientas
Cálidas cauces,
Echáralos risueños
Por falda y valle;
Así al alba del alma
Regocijándose,
Mi espíritu encendido
Me echa a raudales
Por las mejillas secas
Lágrimas suaves.
Me siento cual si en magno
Templo oficiarse;
Cual si mi alma por mirra
Vertiese al aire;
Cual si en mi hombro surgieran
Fuerzas de Atlante,
Cual si el sol en mi seno
La luz fraguase;
Y estallo, hiervo, vibro;
¡Alas me nacen!

Suavemente la puerta
Del cuarto se abre,
Y éntranse a él gozosos
Luz, risas, aire.
Al par da el sol en mi alma
¡Por la puerta se ha entrado
Y en los cristales:
Mi diablo ángel!
¿Qué fue de aquellos sueños,
De mi viaje,
Del papel amarillo,
De llanto suave?
Cual si de mariposas,
Tras gran combate,
Volaran alas de oro
Por tierra y aire,
Así vuelan las hojas
Do cuento el trance.
Hala acá el travesuelo
Mi paño árabe;
Allá monta en el lomo
De su incunable;
Un carcax con mis plumas
Fabrica y átase;
Un sílex persiguiendo
Vuelca un estante,
Y ¡allá ruedan por tierra
Versillos frágiles,
Brumosos pensadores.
Lópeos galanes!
De águilas diminutas
Puéblase el aire:
¡Son las ideas, que ascienden,
Rotas sus cárceles!
Del muro arranca, y cíñese,
Indio plumaje:
Aquella que me dieron
De oro brillante,
Pluma, a marcar nacida
Frentes infames,
De su caja de seda
Saca, y la blande;
Del sol a los requiebros
Brilla el plumaje,
Que baña en áureas tintas
Su audaz semblante.
De ambos lados el rubio
Cabello al aire,
A mi súbito viénese
A que lo abrace.
De beso en beso escala
Mi mesa frágil;
¡Oh, Jacob, mariposa,
Ismaelillo, ¡árabe!
¿Qué ha de haber que me guste
Como mirarle
De entre polvo de libros
Surgir radiante,
Y, en vez de acero, verle
De pluma armarse,
Y buscar en mis brazos
Tregua al combate?
Venga, venga. Ismaelillo:
¡La mesa asalte,
Y por los anchos pliegues
Del paño árabe
En rota vergonzosa
Mis libros lance,
Y siéntese magnífico
Sobre el desastre,
Y muéstrese sonriendo,
Roto el encaje,
—¡Qué encaje no se rompe
En el combate!—
Su cuello, en que la risa
Gruesa onda hace!
¡Venga, y por cauce nuevo
Mi vida lance,
Y a mis manos la vieja
Péñola arranque,
Y del vaso manchado
La tinta vacié!
¡Vaso puro de nácar:
Dame a que harte
Esta sed de pureza
Los labios cánsame!
¿Son éstas que lo envuelven
Carnes, o nácares?
La risa, como en taza
De ónice árabe,
En su incólume seno
Bulle triunfante:
¡Hete aquí, hueso pálido,
Vivo y durable!
¡Hijo soy de mi hijo!
¡Él me rehace!

¡Pudiera yo, hijo mío,
Quebrando el arte
Universal, muriendo,
Mis años dándote,
Envejecerte súbito,
La vida ahorrarte!
Mas no ¡que no verías
En horas graves
Entrar el sol al alma
Y a los cristales!
Hierva en tu seno puro
Risa sonante;
Rueden pliegues abajo
Libros exangües;
Sube, Jacob alegre,
La escala suave;
Ven, y de beso en beso
Mi mesa asaltes:
¡Pues ésa es mi musilla,
Mi diablo ángel!
¡Ah, musilla traviesa,
Qué vuelo trae!


HIJO DEL ALMA

    ¡Tú flotas sobre todo,
Hijo del alma!
De la revuelta noche
Las oleadas,
En mi seno desnudo
Déjante al alba;
Y del día la espuma
Turbia y amarga,
De la noche revuelta
Te echa en las aguas.
Guardiancillo magnánimo,
La no cerrada
Puerta de mi hondo espíritu
Amante guardas;
¡Y si en la sombra ocultas
Búscanme avaras,
De mi calma celosas,
Mis penas varias,
En el umbral obscuro
Fiero te alzas,
Y les cierran el paso
Tus alas blancas!
Ondas de luz y flores
Trae la mañana,
Y tú en las luminosas
Ondas cabalgas,
No es, no, la luz del día
La que me llama,
Sino tus manecitas
En mi almohada.
Me hablan de que estás lejos:
¡Locuras me hablan!
Ellos tienen tu sombra.
¡Yo tengo tu alma!
Ésas son cosas nuevas,
Mías y extrañas.
Yo sé que tus dos ojos
Allá en lejanas
Tierras relampaguean,
Y en las doradas
Olas de aire que baten
Mi frente pálida,
Pudiera con mi mano,
Cual si haz segara
De estrellas, segar haces
De tus miradas:
¡Tú flotas sobre todo,
Hijo del alma!


TABANOS FIEROS

    ¡Venid, tábanos fieros,
Venid, chacales,
Y muevan trompa y diente
Y en horda ataquen
Y cual tigre a bisonte
Sítienme y salten!
¡Por aquí verde envidia!
Tú, bella carne,
En los dos labios muérdeme:
Sécame; ¡mánchame!
¡Por acá, los vendados
Celos voraces!
¡Y tú. moneda de oro,
Por todas partes!
¡De virtud mercaderes,
Mercadeadme!
Mató el. Gozo a la Honra:
Venga a mí, ¡y mate!
Cada Cual con sus armas
Surja y batalle:
El placer; con su copa;
Con sus amables
Manos, en mirra untadas,
La virgen ágil;
Con su espada de plata,
El diablo bátame:
¡A espada cegadora
No ha de cegarme!.

Asorde la, caterva
De batallantes;
Brillen cascos plumados
Como brillasen
Sobre montes de oro
Nieves radiantes;
Como gotas de lluvia
Las nubes lancen
Muchedumbres de aceros
Y de estandartes;
Parezca que la tierra,
Rota en el trance,
Cubrió su dorso verde
De áureos gigantes;
Lidiemos, no a la lumbre
Del sol suave,
Sino al funesto brillo
De los cortantes
Hierros; rojos relámpagos
La niebla tajen;
Sacudan sus raíces
Libres los árboles;
Sus faldas trueque el monte
En alas ágiles;
Clamor óigase, como
Si en un instante
Mismo, las almas todas
Volando ex-cárceres
Rodar a sus pies vieran
Su hopa de carnes;
Cíñame recia veste
De amenazantes
Astas agudas; hilos
Tenues de sangre
Por mi piel rueden leves
Cual, rojos áspides;
Su diente en lodo afilen
Pardos chacales;
Lime el tábano terco
Su aspa volante;
Muérdame en los dos labios
La bella carne;
¡Que ya viene, ya vienen
Mis talismanes!
Como nubes vinieron
Esos gigantes:
¡Ligeros como nubes
Volando iránse!
La desdentada envidia
Irá, secas las fauces,
Hambrienta, por desiertos
Y calcinados valles,
Royéndose las mondas,
Escuálidas falanges;
Vestido irá de oro
El diablo formidable,
En el cansado puño
Quebrada la tajante;
Vistiendo con sus lágrimas
Irá, y con voces grandes
De duelo, la Hermosura
Su inútil arreaje;
Y yo en, el agua fresca
De algún arroyo amable
Bañaré sonriendo
Mis hilillos de sangre.

Ya miro en polvareda
Radiosa evaporarse
Aquellas escamadas
Corazas centellantes:
Las alas de los cascos
Agítanse, debátense,
Y el casco de oro en fuga
Se pierde por los aires.
Tras misterioso viento
Sobre la hierba arrástranse,
Cual sierpes de colores,
Las flámulas ondeantes.
Junta la tierra súbito
Sus grietas colosales
Y echa su dorso verde
Por sobre los gigantes;
Corren como que vuelan
Tábanos y chacales,
Y queda el campo lleno
De un humillo fragante.
De la derrota ciega
Los gritos espantables
Escúchanse, que evocan
Callados capitanes;
Y mésase soberbia
El áspero crinaje,
Y como muere un buitre
Expira sobre el valle;
En tanto, yo a la orilla
De un fresco arroyo amable,
Restaño sonriendo
Mis hilillos de sangre.

No temo yo ni curo
De ejércitos pujantes,
Ni tentaciones sordas,
Ni vírgenes voraces:
Él vuela en torno mío,
Él gira, él para, él bate;
Aquí su escudo opone;
Allí su clava blande;
A diestra y a siniestra
Mandobla, quiebra, esparce;
Recibe en su escudillo
Lluvia de dardos hábiles;
Sacúdelos al suelo;
Bríndalo a nuevo ataque.
¡Ya vuelan, ya se vuelan
Tábanos y gigantes!
Escúchase el chasquido
De hierros que se parten;
Al aire chispas fúlgidas
Suben en rubios haces;
Alfómbrase la tierra
De dagas y montantes;
¡Ya vuelan, ya se esconden
Tábanos y chacales!
Él como abeja zumba,
Él rompe y mueve el aire,
Detiénese, onda, deja
Rumor de alas de ave;
Ya mis cabellos roza;
Ya sobre mi hombro párase;
Ya a mi costado cruza;
Ya en mi regazo lánzase;
¡Ya la enemiga tropa
Huye, rota y cobarde!
¡Hijos, escudos fuertes,
De los cansados padres!
¡Venga mi caballero,
Caballero del aire!
¡Véngase mi desnudo
Guerrero de alas de ave,
Y echemos por la vía,
Que va ese arroyo amable,
Y con sus aguas frescas
Bañe mi hilo de sangre!
Caballeruelo mío!
Batallador volante!


ROSILLA NUEVA

    Traidor! Con qué arma de oro
me has cautivado?
Pues yo tengo coraza
De hierro áspero.
Hiela el dolor: el pecho
Trueca en peñasco.

Y así como la nieve,
Del sol al blando
Rayo, suelta el magnífico
Manto plateado,
Y salta el hilo alegre
Al valle pálido,
Y las rosillas nuevas
Riega magnánimo;—
Así, guerrero fúlgido,
Roto a tu paso,
Humildoso y alegre
Rueda el peñasco;
Y cual lebrel sumiso
Busca saltando
A la rosilla nueva
Del valle pálido.